Domingo en domingo

 Domingo en domingo

Jugar con mi nombre y el de un día de la semana es sencillo. Tan simple como convertir el sagrado día en un momento sublime.
Salimos de casa sin premura, a la hora que los adorados anfitriones terminan de repararse de una semana de intenso trabajo. En efecto, David y Anita con sus procedimientos y consultas de pacientes diarios, manejan unos horarios que a veces no podemos disfrutar de sus agradables compañías durante el día.
Nuestro destino: Un viñedo a unos 40 minutos al sur de Lima, más exactamente en Sarcay. Allí en un proceso de destilación se obtiene el pisco, que es la bebida peruana, utilizan diferentes tipos de uva: quebranta, negra criolla, moscatel, Italia, torontel.......... nombres que David, un  apasionado por el tema, ya conocedor de esta cultura vinícola peruana, menciona antes de llegar a destino. Por fortuna esta información me la brinda porque bien pegajosa que lo es. La ruta sobre la vía panamericana que le corresponde a Perú, de buen estado, permite una velocidad de hasta los 120 kilómetros. Una hacienda que por mala suerte no 
tiene el servicio de explicación del proceso de la elaboración del pisco, pero creo logramos entre el personal de la tienda y el del restaurante información general del proceso; además de las recetas de la preparación del cochinillo 
al horno; los cócteles a base de pisco; las salsas propias de la región y otras más informaciones. El viaje tuvo una parada en El Tambo, un sitio de varios hornos de barro donde los panes y sanguches, que
son dichos panes rellenos con diferentes carnes son bocados de  dioses. Un viaje donde los dos pichones en la parte delantera continúan después de 10 años, con el mismo amor intenso, como si fuera ayer que se hubiesen conocido. Nena y yo atrás disfrutando de dicha felicidad entre la levedad de la hermosa sorpresa y secreto que nos brindaron la noche anterior. El almuerzo de una 
exquisitez propia de la buena mesa peruana, un momento de placidez que nos colma, unos paisajes a guardar la respiración entre unas montañas de arena y el contraste de un pequeño hermoso verde valle plantado de legumbres, un día soleado que se presenta como un suiche, entre el gris de lima y el azul de este sector, me embriagan hasta el punto de caer 
dormido durante el viaje de regreso, para despertar e ingresar a la deslumbrante clínica privada Auna, a la que los dos pichones prestan sus 
servicios. Un souvenir a guardar en los momentos mágicos de mi existencia en un domingo con  Domingo por los Caminos de Fray.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Una Flor que no marchita

Pácora

Hermano prisionero