Chinâcota

Chinácota


Montañas rodean este pueblo encantador, con un clima y una brisa manoseante, mimosa.
Ya el observar los murales exparsidos en las  diferentes paredes es un deleite para los amantes del arte. 

Más que esto es el objetivo que conlleva dicho museo al aire libre: "La Paz".
Y es que cuando se llega al centro del hermoso parque nos encontramos con la estatua de un dirigente colombiano de 

la paz; Ramón González Valencia: Presidente No 11 de Colombia por solo un año, militar participante en la Guerra de Los Mil Días como oficial conservador y en su corto mandato presidencial, reformó y abolió la pena de muerte, estableció el voto para la elección de presidente por el periodo de 4 años y creó los departamentos de Atlántico y Norte de Santander, dió apertura a la distribución de los partidos en el poder. Fue aquí donde se firmó el tratado del fin del al guerra de los 1000 días, fue Ramón Gonzáles, siempre recordado como dirigente de paz.
Al ver su cara en la estatua, me pareció ver a Rafael Nuñez.


El mensaje de paz plasmado a través del arte callejero se inicia con el encuentro internacional de arte público y muralismo en el año 2015. Hoy podemos apreciar unas 100 obras y aspiran a llegar a las 1000. Una tapia abandonada, 

el frente de una casa, los muros de una escuela o colegio, una esquina, las paredes de un negocio o hasta el poste de la electricidad, no se escapó de que pinceles pasaran por encima para dejar plasmado el arte en memoria de la paz . El objetivo de esta maestría, es que Chinácota sea considerado pueblo de paz y lo merece por su nombre evangelico: "San Juan Buatista de Chinacota". 
Las tiendas huelen a panela y abarrotes frescos; los almacenes agrícolas a suelos cultivados; los bien decorados 
cafés, a esencias de aromas; los restaurantes a mute; los productos artesanales a arequipe y la fragancia de las montañas llega hasta este pueblo inclinado, en una de las laderas de las montañas adyacentes, sobre el sur oriente del departamento de Santander y muy cerca de la frontera con Venezuela.
El nombre de camuro lo descubro aquí y consiste en un chivo, osea una oveja pero sin lana. 
No podía perderme la visita al monumento a Margarita y a la Virgen de la Paz. Pese a los ciento y tanto escalones para llegar a lo alto desde donde se divisa el pueblo, con un poco de esfuerzo logré llegar a la cima, en lo conocido como el Cerro de La Vieja, la estatua de Margarita porta una bandeja con productos de la tierra y más atrás la escultura de una Virgen. Una leyenda que dice así:
"Era Margarita una chica religiosa, generosa y sobre todo muy hermosa; que en la época colonial cuando bajaba de sus fértiles tierras hacia la eucaristía del domingo, tres malvados que trataron de aprovecharse de ella fueron frustrados por la virgen; a quién Margarita invocó con tanta devoción que llovió y asustó a los villanos. La niña fue reconocida por su gran hazaña; y aunque su vida transcurrió hasta que el tiempo la marchitó, su misterioso relato nunca pereció". Hoy en día Margarita es recordada como una leyenda. Pero además continúan con la tradición de que si se sube un Viernes Santo, se puede traer de allí unas frutas de oro entregadas por ella misma. Hoy miércoles Santo estuve tentado de quedarme en un hotel hasta el viernes y subir de nuevo.
Dejo el pueblo de casonas tradicionales, gente amable, una plaza de mercado en el corazón del pueblo que me transporta a las viejas galerías techadas de zinc en Siria, una bella plaza de toros, una fragancia de olores y sonido y
una iglesia a tres naves, con un sabor de agrado de uno de los pueblos más lindos de Santander.


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