Cáceres

 Cáceres 

Febrero 16 de 2023


Era el inicio de una visita que se me había antojado seis dias antes de mi regreso a París. Quería aprovechar el buen tiempo que estaba haciendo acá en Madrid y en general en España. Me llamaba la atención la ciudad de Cáceres pues su centro histórico se le conoce como el que mejor se conserva en todo el país. 



La salida de Madrid un poco caótica, porque no aparecía el tren en la estación de trenes de Atocha, como estaba previsto. Desde allí nos reenvían a otra estación de donde tomaríamos el tren previsto para Cáceres a las 9h50. 

Entre la confusión de enviarnos de un lado a otro y que por fortuna esta vez había llegado con casi una hora y media de anticipación, resulté conversando con un señor que vivía en Mérida. El tren paraba en Cáceres y tenía destino final Badajoz. Este caballero de unos 70 años resultó poeta y me enseña en su teléfono una lista de poesías. Apasionadamente, todas evocando a su máximo Dios: Yahvé. Resultó el caballero judío, de la generación que fué expulsada de la zona de Extremadura y que con el tiempo habían regresado sus ancestros, en busca de aquello de lo cual, habían sido despojados. 

Ya en el tren, se sienta a mi lado una chica que llevaba como destino Badajoz, la última ciudad donde llegaba el tren. Gracias a toda su información, decidí dormir una noche en Medellín y luego otra en Elvas. 

Llego a una ciudad calmada y que por momentos se ve grande, pero para hacerme una idea de su dimensión, la asocio con la cantidad de sus habitantes, los que no pasan de 100.000.



Me instalo y salgo a caminar con dirección al casco viejo de Cáceres. Durante el agradable recorrido desde el hotel hasta La Plaza Mayor, por un pasible y hermoso boulevard, un agradable restaurante me invita a deleitarme de un exquisito cocido. 



Un espacioso patio al lado del ayuntamiento donde encuentro la Torre de la Hierba y que se le conoce como el Foro de los Balbos o atrio del Corregidor y que se encuentra adosado a la muralla de la ciudad, me incita a tomar unas escalas construidas en ladrillo hacia la pequeña plaza de Las Piñuelas donde se sitúa la Torre del Horno. 



A través del Portillo me encuentro con La Casa de la Generala. Camino por estas angostas calles limitadas por altos muros, lo que pareciese un lugar fantasma. Tan solo que por momentos y ante la belleza arquitectónica y el mantenimiento de los edificios sin nada que revele que estoy en el siglo 21, me transportan de inmediato a la edad media. Esa época en que se levantan lienzos, torreones y grandes puertas principales, donde los muros era el elemento principal.


Me parece estar en un laberinto, donde ingreso por el Postigo de Santa Ana, para encontrar una Torre con el mismo nombre, así como la Torre del Postigo del Aver o de la Ved y la Torre Adosada, luego bordeando el casco histórico, La Torre Redonda y La Torre de La Mora.



Siguiendo el extremo de la muralla y casi de nuevo como para salir a la ciudad moderna, se aprecia La Casa Grande y al final de esta callejuela haciendo esquina, La Ermita de La Soledad que da frente a la hermosa Plaza de Santa Clara que toma su nombre del Convento ubicado allí. Tomo la calle Puerta de Meids hasta llegar a la Callejuela Osmos para encontrar la Casa de Ovando Mogollon y Pesero Paredes. Al continuar y casi en esquina, El Palacio de los Golfines de Arriba. Diagonal, El Palacio de los Ulloa Roda y diagonal a este, la Casa Mudéjar. Haciendo esquina con la Calle de la Monja, La Casa de Aldana y pasando la Callejuela de La Monja: La Casa del Mono, Espadero Pizarro.



Continúo sobre la misma Callejuela Osmos que se convierte en la Cuesta de Aldana para encontrar La Casa Moraga, sobre la que de inmediato se abre la grandiosa Plaza de Santa María. En ella: El Palacio de los Golfín Roco, Duques de Valencia, La Casa de Ovando, El Palacio Mayoralgo, la Concatedral de Santa María y Museo Catedralicio, El Palacio de la Diputación Provincial, el Palacio de los Golfines de Abajo que colinda con la hermosa Plaza de San Jorge, abajo se aprecia El Arco de la Estrella.



Ingreso a la Plaza de San Jorge por La Cuesta la Compañía para encontrarme con la inmensa iglesia de San Francisco Javier. A un lado de esta, el Palacio de Luisa de Carvajal que es el Convento de la Compañía de Jesús. Sobre ésta plaza La Casa de Los Becerra y frente a ella, La Casa de los Figueroa.



Sigo la Cuesta de la Compañía para atrapar la Calle de la Monja donde en su esquina se encuentra la Casa de los Solis o del Sol y tomando la Calle Ancha se encuentra la Mansión de los Sande o Casa del Aguila y de frente la Casa de los Saavedra y la Torre de los Sande o de los Plata para llegar a la Iglesia de San Mateo y en su plaza encontrar El Convento de San Pablo, el antiguo Solar de los Ulloa, la Casa de Lorenzo de Ulloa.



Continuando sobre la Calle Ancha, se encuentra la Casa de los Paredes Savedra y al llegar de nuevo a la Plaza de Santa Clara tomo la izquierda para llegar a la Plazuela de los Pereros, donde se encuentra la Casa de los Pereros. Tomo la Calle de Los Pereros hasta llegar a la Plaza de Las Veletas, donde se encuentra la Casa de Las Veletas y el Museo Provincial.



Desciendo para encontrar el Rincón de la Monja donde se encuentra la Casa de los Caballos. Unas pequeñas escalas me conducen al Barrio de San Antonio, donde la arquitectura que conserva contrasta con lo que he recorrido.



Se trata de lo que fuese el barrio judío en la época y allí se encuentra la Ermita de San Antonio lo que fue una sinagoga.



De regreso y para darme el placer de pasar de nuevo por la Plaza de Santa María y descender por la Calle Tiendas para entrar por la Puerta de Coria y apreciar la inmensa Casa de los Toledo Moctezuma sobre la Plaza Conde de Canillero.




Bordeando la Torre de Bujaco salgo al Arco de La Estrella para sentarme en una terraza sobre la Plaza Mayor a disfrutar de una cerveza bien fría y observar la belleza de La Casa del Museo Árabe que hace esquina con la Alcaldía. Frente a mí, el gran aviso: Cáceres. Debía tomar aire, pues a las cinco debía recorrer el trayecto anterior, con un guía. 


Lo que he visto es monumental, este lugar fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 1986. Es que ya adentro entre esas huellas medievales y renacentistas donde murallas, torres, palacios, aljibes, templos y conventos me han hecho creer que el tiempo se ha detenido y en su interior, me pareció haber vivido esas épocas romanas, judías, musulmanas y hasta cristianas, interpretando su racismo, por supuesto que todas ellas lo aplicaron ese racismo que los hizo emigrar.



Al momento de la cita encuentro muchas personas al lado de la Alcaldía o Ayuntamiento. Como había llegado anticipadamente, logré obtener una ficha para el tour. Creí que era mi tour, pero este era un tour gratuito preparado por la alcaldía que se hace cada quince días con el fín de explorar los sitios que se encuentran en el casco antiguo y que no se perciben fácilmente, los que tienen una explicación en mediante la charla de un historiador de la ciudad. Por ser gratuito y escaso, preferí embarcarme en éste. 


El Consejo de Europa reconoció a Cáceres como Tercer Conjunto Monumental del continente en 1968, y la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1986. Nos adentraremos en la ciudad de los mil escudos siguiendo la huella de romanos, musulmanes, judíos y cristianos; recorriendo un conjunto arquitectónico medieval y renacentista donde murallas, torres, palacios, aljibes, templos y conventos nos harán creer que el tiempo se ha detenido.

Entonces me pegué a: La Ruta de las Cosas que no se ven a Primera Vista: Inscripciones, cruces, marcas de cantero, restos. 



Inicialmente lo que se encuentra en el piso del Arco de la Estrella, son cuatro letras en hebreo en letra dorada. Se lee de derecha a izquierda como todos los idiomas semíticos, igual que el árabe: La S, la F, la R, la D. Muchas veces en esta clase de idiomas semíticos, las vocales están omitidas. Hay que ponerlas y en estas letras quedaría la palabra sefarad. Vocablo que los judíos utilizan para referirse a la persona oriunda de España, o de los que, sin proceder de España, aceptan las practicas especiales religiosas que en el rezo mantienen los judíos españoles. Ellas estan indicando al visitante como llegar a la judería. 



Encontramos en el Palacio Episcopal una inmensa puerta, se diría que en su interior se guarda algo, pero es apenas una decoración. 


Luego en una esquina hay dos elementos, una inscripción sobre la piedra de época romana, luego y al lado, una piedra tallada con un figura extraña. 



Este último es un tipo de tallado que se encuentra en toda Europa y existen un listado de interpretaciones de ellas en cada región donde se encuentran. Aquí empezaron a aparecer en las murallas. Casi todas se refieren a tumbas, a un muerto, sobre algun personaje enterrado fuera de la ciudad. Cuando la ciudad empezó a crecer, la memoria de quien había muerto se expresaba mediante este tipo de tallado. Es algo como lo de hoy, los cementerios no se encuentran en las ciudades y encontramos placas en las casas de hombres importantes que en ella vivieron. La lectura se hace mediante un manejo de luces y se clarifica el contenido de la inscripción romana. 

Otro elemento y en otro sitio, se puede apreciar en algunos silares que llevan unas marcas. Se aprecian unas barcas, unas cruces. Hay elementos en los muros de las iglesias que no corresponden a tópicos religiosos, como cruces. Simplemente se trata de marcas del cantero. En esa época se trabajaba a destajo, ósea, si alguien tallaba diez piedras, se le pagaban esas diez. Como eran varios obreros, ellos se distinguían con el logo que le colocaban a su obra. Aspecto que se guarda en las piedras de estas construcciones. Cada rincón de esta parte de la ciudad, guarda en sus piedras la manera de trabajar de sus obreros.



Estamos en la Plaza de Santa María, donde facilmente uno podría quedarse horas, extasiado de la belleza y monumentalidad de la misma. Aqui dicen que la Virgen de la Montaña se encuentra siempre en esta plaza. La gente viene y nunca la ve. Dicha Virgen es la patrona de Cáceres y a muchas niñas al bautizarlas les agregan el Montaña, Sofi de la Montaña, Carmen de la Montaña, María de la Montaña, etc. Su imagen, no se encuentra en ninguna de las iglesias, se encuentra en el exterior. Arriba, en lo alto, encima de la veleta del Palacio Episcopal. Como cristianisando el lugar.



En la parte baja de la plaza se encuentra la otra particularidad. Hace cientos de miles de años, Cáceres no existía, era el fondo de un océano. Estas placas del piso, son onduladas. Se diría que el piso es una playa fosilisada. Son restos geológicos, llamativos. 



Nos encontramos en otro muro mas lejos, un escrito romano. Galuis, Juluis, Rusocus. Nombre y apellido, mas los años que ha vivido, que siempre están terminados en cinco o en cero. Y es que a medida que la gente iba cumpliendo años no sabían exactamente la edad que tenían, entonces lo que se hacía era que se redondeaba, entonces se ponian 35, 40, 45 o 50, pero nunca 32, 37, 39, 46….y así sucesivamente. Aquellos a quienes se les encontraba el año exacto, sea un 32 o 33 o 44, es que se trataba de un personaje muy relevante en la época. Ósea personas que tenían la capacidad de leer o escribir o que tenían documentación genealógica, aspecto que no lo tenía toda una población. En la actualidad, algunas familias tambien carecen de documentaciones con respecto a sus generaciones anteriores y quizas otros solo tienen la información hasta sus abuelos. El ixitus es para marcar el lugar: aquí yace, para marcar el lugar del enterramiento y el siti terretalebus traduce: descanse en paz, que la tierra te sea leve, que la eterenidad no te sea excesivamente larga. Dichas piedras donde estaban estos escritos, las reciclaban para construcciones posteriores y además de gratis y bonitas denotaban que quienes las tenían en su edficio eran personas cultas. 



Mas adelante nos encontramos con algo que se le conoce como cruciana. Una piedra que parece una parte del tronco de un árbol, pero no lo es. Se trata de unas piedras que se encontraban en el fondo del mar. Ellas son las marcas que dejaban algunos animalitos desde hace cientos de millones de años pasando por el fondo del mar. Este fondo no se modifica y acaba endureciendose. Solo quedan los sitios por donde el animalito pasó. Se le llaman crucianas porque era el cruce de dichos animalitos; caballitos de mar, un gusano de mar, etc. 



Ahora nos encontramos en la Casa del Mono. Encontramos otra piedra romana con un altísimo nivel de degradación, por lo cual no se sabe si se trataba de un altar romano o de una lápida.



En el borde de la entrada a una casa, hay una serie de cruces talladas. Su función era una forma de vivir la religión de manera pública, no solo en las iglesias y al interior de una casa sino al exterior y esta era la manera de expresarlo. En Sevilla y en muchos lugares de España es aún una tradición frecuente el vivir una religión de manera pública: estatuillas de una Virgen afuera, un Cristo, un Santo, son elementos que se aprecian al caminar. Son ellos expuestos como elementos de protección. En las partes fuera de la ciudad algunos de estos elementos se asocian con los duelos. Donde alguien caía muerto o herido, allí se instalaba una cruz o una lápida, algunas veces con flores. Una tradición que aún en los paises conolizados por España permanece. 


En otro muro, encotramos una inscripción muy evidente, con letras mas elegantes y mas grandes. En ésta, se evidencia la diferencia entre una lápida normalita, de gente humilde y de personas miembros del gobierno. Algo asi como las placas que se encuentran en cualquier lugar inscribiendo el alcalde y algunos miembros del gabinete, en el momento en que la obra se inaugura. Esta placa nos muestra que en época romana para llegar a un cargo político, había que tener económicamente un sustento. Es decir, primero se pagaba y luego se le elegía. Diferente a la actualidad donde se elige, entra en el cargo y se le paga luego. Aquellos cargos eran gratuitos pero solo eran manejadas por las familias mas oligarcas. Estas inscripciones las manda hacer quien aparece en dicha inscripción. Se colocan estas placas para embellecer la fachada y darle prestancia a la familia que vive allí. 



La siguiente inscripción que encontramos aparece Ceme~terio. Esto para explicar como escribían cementerio. Pues en vez de la n hay una virgulilla de la ñ, ya que, la ñ no deja de ser la contracción o abreviatura de dos enes. Caña originalmente en latín era canna. Estas abreviaturas se utilizaban mucho en los pergaminos para ahorrar material, pues era carísimo. Esta inscripción se encuentra en la iglesia, ya que todas las iglesias tenían su cementerio parroquial. En las cuatro parroquias del casco viejo aparecen en sus muros o en una casa de al lado. 

En otro callejón encontramos en los muros, huesos de humanos utilzados en la construcción, que fueron mezclados con la pega para levantar los muros ya que existía alli un cementerio.



Estamos en un barrio marginal por cuestiones religiosas: el barrio judío. Resultado de las minorías que se convierten ante la condición de Isabel la Católica: "te vas o te quedas y si te quedas, te conviertes". Aquí una inscripción que comienza con ABEMARIA. Los cristianos que llegaron a ocupar las casas de los antiguos residentes judíos, cristianizaron estos lugares con estas inscripciones, con eso demostraban que esa casa ya no olía a “marrano”, palabra peyorativa para denominar a los judíos de la época. Ellos huyeron a Portugal como país más cercano. Esto ocurrió entre los siglos XVI y XVII. El asunto de la B, la V y la U, tiene que ver con la ortografía que en la época era de uso indistinto, pues la Real Academia solo empieza a regular la ortografía a partir de finales del siglo XVIII. En escritos antiguos se puede encontrar la palabra civdad, aunque lo pronunciaran ciudad, reflejaba que con la V reflejaba el mismo sonido. En algunas fachadas de estas casas se encuentran escritos en hebreo, pero se trata de elementos ya elaborados entre nuestros siglos actuales. Una persona adquiría una de estas casas y le pedía al albañil que le escribiera algo en hebreo.



Dicho albañil no sabía hebreo y lo que hacia era tomar un versículo del Tora y lo pintaba, no lo escribía, pues el no sabía escribir de derecha a izquierda. Lo anterior con una técnica que ha ido desapareciendo, que consiste en colocar sobre cal morena, cal blanca, para luego raspar y formar figuras de todo tipo y condición, desde un versículo de la Biblia hasta un escudo, una cruz, una espada….cualquier cosa.



Unas marcas en los muros que sostienen algunas puertas de una vivienda, se encontraron cuando levantaron la cal que contenia dichos muro. El nombre con el que se le conoce es metzusa y era básicamente un hueco donde los judíos tenían la costumbre de colocar un pedazo de papel, en donde escribían versículos del Tora, oraciones básicas. Dicho papel era tocado por los habitantes de la vivienda al entrar y salir de ella, como profesión de Fe. Algunos cristianos que llegaban a ocupar un lugar con este detalle, le hacían dos especies de manitos al hueco para marcar así una cruz. Algunos conversos la hacían y así podían seguir tocando el hueco de modo que nadie podría rechazarle su acto. Aunque por dentro su sentimiento fuese distinto.



Sabiduría por doquier en esta visita. Una gran placidez al final del recorrido a pesar de que mis pies no daban un paso más, pues todo el trayecto se hizo sobre un piso empedrado.

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