Memorias de Africa

Memorias de Africa


No será la fabulosa obra Memorias de África de esa fina pluma de la dinamarquesa Karen Blixen que te hará viajar para descubrir otros mundos.  !No hermano!. Tu sello indeleble de aventurero lo reafirma con la emoción que te ha produicido esta fantástica descripción de un África profunda, desde una granja ubicada a 100 millas de ese grandioso Kilimanjaro,  la montaña mas alta de África, entre éste, la montaña Natron con sus cuatro picos y el lago Natron y a doce millas de Nairobi.


Como no impresionarte la cantidad de animales descritos de una manera tan real, que a partir de la misma narración,  parecieramos verlos caminar o correr en medio de inmensos bosques y extensos valles que solo teminan al final en esas cortinas grises en los días de lluvias a aproximarse. Menciona faisanes, leones que cazan, búfalos que corren, elefantes que caminan despacio, girafas como flores, rinocerontes, antílopes domesticados, garzas, ibis, martines pescadores, flamencos....


Son animales que no tuviste durante la pandemia del año 2020 en lo que hubiese sido tu parcela. Los animales locales eran diferentes y tan variados como los zancudos y hormigas que a cambio de picar, mordían.  Habían animales tan maravillosos que nos hacían creer que podíamos volar a pesar de nuestros pesados cuerpos, ellos habrían sus inmensas alas en medio de la parcela y pareciera que no fueran a levantarse, más como un avión emitían un sonido anunciando su despegue de la tierra.  


Eras  como la señora Blitez, el Barón Juan, claro ella tomo el título de varonesa por su esposo, un Barón sueco, tú en cambio, eres Barón directo, por  linaje familiar. Tenías un aparcero como Karen, venido de tiempos atrás del África por sus rasgos y su color, con nombre Mahometano: Anuar. Ella estaba en medio de loa kikuyos, tu en medio de una población no menos que indígena. 


De lugares exóticos, pocos a envidiar, un río Sinú que ya de exótico, su nombre lo porta. El mismo que nos regalaba en cada traslado de un lado al otro, momentos inéditos: una bañada de los nativos, pesacdores con atarraya, un atardecer reflejado en sus aguas convirtiendolas en colores amarillos y violetas, ganado, personajes que en su transcurso del corto viaje, contaban las  bondades y miserias de la tierra y el clima, motos en cantidad, provisiones y mercancías, el producto de la tierra: arroz, maíz, coco, frijol, berenjena, hasta vehículos de gran peso en ese planchón empujado por hombres de la región. Tan exótico y autóctono que ese cuadro como el vivido por Karen  en su entorno y lo que describe como el Lago Natron. Nosotros en cambio, pasábamos en menos de 20 minutos de el río Sinú al mar de San Bernardo del Viento, otro nombre bien exótico. 


Como dice Karen, nunca se hicieron ricos con el cafetal, es algo que no la soltaba y siempre estaba retrazada en el trabajo. Por casualidad te identificas con ella. Era tan extenuo el trabajo en tu parcela al borde del río Sinú, que siempre parecias retrazado. 

En cuanto a la música que Karen menciona en su obra, nosotros tambien estuvimos atrapados por esa música caribeña que quieras o no, tienes que moverte y si estas nostálgico su música ballenata es todo un cantico al romance. 

Si no tuviste a Kamante como cocinero tal como Karen, si teníamos quien pudiese hacer excelentes recetas a condición de llevarles lo necesario para prepararlas. Cuando hacían bolas de queso, bollos de maíz, sopas de legumbres, galletas, arroz con coco o un guiso costeño, nuestro sentidos del gusto salibaban antes de empezar a probar los alimentos. 


Y si en dicha aldea reinaba un matriarcado entre todas las mujeres que habian llegado a la granja, no menos lo era en la tuya, donde la suegra de tu aparcero era el epicentro del entorno, ella era alegre y amistosa. Sus hijas asi como ella, eran de carácter recio y donde el trabajo masculino muchas veces era para ellas parte de su cotidianidad. 

Las visitas de los amigos de Karen eran siempre agradables, tal como las tuyas cuando disfrutabas de la compañia de tus amigos con los que pasabas largas horas conversando o jugando al dominó, donde las risas a veces se convertian en fuertes discusiones ˋpor cualquier eventual jugada. De amigos inadaptados, como los de Karen, a los que también escuchabas sus relatos e historias hasta el final. Igual, las visitas de vecinos eran gratas y enriquecedoras cuando traían informaciones necesarias para mejorar los cultivos. 


Ella describe las tormentas, las lluvias, los arco iris, como un fenómeno indescriptible, acaso las que vivimos allí con arco iris que parecian salir del rio y crear una semi circunferencia sobre tu campo o las tormentas que con sus rayos nos daban pánico. No teníamos palabras como ella para describir esos colores de las nubes entre grises, blancas, rosadas y el sonido del aire.


Si compartía con la reserva Masai allá, solo era salir de tu granja en busca de colinos de platano para resembrar y encontrar pocas chozas donde las gentes hacían esteras, para encontrar nuestras reservas en el área del Sinú. 

A veces no tenemos conciencia de lo que tenemos, queremos visitar lo ya conocido. 

Es para mí un placer hacer este paralelo entre tu experiencia en la granja del Sinú y la granja de Karen en Nairobi. La diferencia las encuentro en los nombres y los protagonistas. Claro esta que el conocer otros lugares y culturas nos enriquecen enormemente. Gracias por darme a conocer una escritora tan importante en el mundo de la literatura y que por coincidencia perdió su premio Nobel ante Ernest Hemingway,   quién había escrito también; Las Nubes del Kilimanjaro. 

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